martes, 18 de noviembre de 2014

LA FORMACIÓN DE BELGRANO



SUS ESTUDIOS
                              Como era costumbre en aquella época, Manuel Belgrano, al igual que muchos otros jóvenes de distinguidas familias porteñas, viajaban para ilustrarse en Europa. Este joven nacido en junio de 1770, se trasladó al viejo mundo en 1786.
                              Terminó sus estudios en Europa hacia 1793. Luego de haber pasado por la Universidad de Salamanca, siguió interiorizando sus conocimientos en Madrid y Valladolid. En 1789, recibe el diploma de Bachiller en Leyes en la Universidad de Valladolid, en 1790 es nombrado Presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca. En ese lugar tiene acceso a los libros prohibidos [1] y al trato con personalidades sobresalientes de Europa. En Salamanca traba amistad con el arequipeño Pío Tristán, compañero de estudios y hermano en logias secretas que impensadamente, la vida los pondría frente a frente en el campo de batalla. El 31 de enero de 1792 se recibe de abogado.
                     “(…) en 1789 me hallaba en España y la Revolución de Francia hiciese también la variación de ideas, y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y solo veía tiranos a que se oponían a que el hombre (…) no disfrutase de los derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido”[2]
                        Sin embargo, toda la educación adquirida a lo largo de esos años, no lograba satisfacer la sed de conocimientos del joven Belgrano; porque además de su carrera, estaba muy interesado en estudio del ser humano, sus misterios y las disciplinas que estudian profundamente estos conceptos.

               “su ambición juvenil debía estimularle el cultivo de aquellas ciencias que eran casi totalmente desconocidas en las colonias españolas (…)” [3]


                        En estas circunstancias Manuel Belgrano se sumó a una sociedad deEconomía Política junto a célebres pensadores de la época tales como Gaspar Melchor de Jovellanos[i], Francisco Cabarrus[ii] y el americano Pablo de Olavide[iii], que bajo la mirada del Conde de Campomanes[iv], desarrollaban ideas de avanzada intelectualidad, centradas en la matemática, la economía, la ética y el estudio de la humanidad.

                       
Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes


       Todas estas personalidades pertenecieron a órdenes secretas, más precisamente a la masonería, muy en boga en aquellos tiempos; estas sociedades atrajeron la atención de Belgrano; quien en su autobiografía comenta:

“Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a aprender, como al estudio de los idiomas vivos, de la economía, la política y al derecho público, y que en los primeros momentos en que tuve la suerte de encontrar hombres amantes del bien público que me manifestaron sus útiles ideas, se apoderó de mí el deseo de propender cuanto pudiese al provecho general, y adquirir renombre con mis trabajos hacia tan importante objeto, dirigiéndonos particularmente a favor de la patria”[4]

       La destacada participación de Belgrano dentro de esta sociedad secreta, fue bien vista por uno de los personajes más sobresalientes del momento, el Ministro Español Diego María de Gardoqui, quien al llegar a Europa procedente desde las trece colonias americanas revolucionarias, no dudó en nombrar a Belgrano en la Secretaría Perpetua del Consulado de Buenos Aires, como así también compartió con él, la responsabilidad de adjudicar cargos similares a los hombres que pudieran ser considerados aptos para tales fines y de alguna manera hacer frente a los hombres nombrados por el Rey para la junta que decididamente defenderían a los monopolios. La notificación llegó desde El Escorial el 6 de diciembre de 1793.

       “(…) nada sabían más que su comercio monopolista, a saber: comprar por cuatro para vender por ocho, con toda seguridad(…)[5]

       “Las ideas de Economía Política cundían en Europa con furor, y creo que a esto debí que me colocaran en la Secretaría del Consulado de Buenos Aires en el tiempo de Gardoqui”[6]

       Gardoqui fue el impulsor de la propagación de estos ideales, principalmente en América del Sur.

 “(…) de esta manera se dilataron los horizontes del pensamiento de Belgrano poblando su imaginación impresionable, de visiones risueñas para el porvenir de su patria.”[7]



Diego María de Gardoqui

               La relación con aquellos libre pensadores provocó un quiebre en la vida de Belgrano. Aquellos círculos de intelectuales, sumado a las lecturas de tratados filosóficos, incidieron directamente en la idea de la emancipación, carácter  y de la manera de gobernar en su Patria que lo aguardaba sumida en grandes convulsiones políticas y sociales. Sin duda alguna, las ideas libertarias y la creación de instituciones liberales eran ideas heredadas de Europa.

ARRIBO A BUENOS AIRES

       Manuel Belgrano llegó a Buenos Aires en 1794.  Inmediatamente tomó contacto con la distinguida sociedad porteña. Recorría los salones de la época y se sumó a las “inteligencias argentinas” al decir de Mitre; Moreno, Vieytes, Castelli y Paso entre otros, hombres ilustrados que no dudaron en escuchar los ideales que Belgrano traía desde Europa agitada por las nuevas ideas.

No pasó mucho tiempo para que se contactara con las sociedades secretas que desde finales del siglo XVIII se habían instalado en Buenos Aires y al poco tiempo accedió a sus misterios.

“Fue iniciado en una Logia llamada Independencia que funcionaba en Buenos Aires, con carta Constitutiva de la Gran Logia General Escocesa de Francia. Esta logia tenía por objeto lograr la emancipación de las colonias americanas de Europa. La misma funcionaba en el Virreinato del Río de la Plata desde antes 1795”[8].

Esta Sociedad secreta fue conocida también como la de los franceses o afrancesadosy fue perseguida por los monopólicos afines a la corona española y por la Iglesia. Fue presidida por el Dr. Julián Álvarez. En 1801 se fundó la Logia Sociedad Patriótica, Literaria y Económica, nombre público de la Logia Independencia, donde fue Venerable Maestro Juan José Castelli, primo de Manuel Belgrano y nombrado por este para suplantarlo en caso de enfermedad en el Consulado.

 Engrosarían su lista los patriotas que en 1812 arribarían a la patria en la Fragata George Canning. Esto desembocaría en la fundación de la Logia Lautaro. 


Logia Lautaro

EL CONSULADO


Consulado de Buenos Aires

En su función dentro del Consulado, Belgrano se esforzó no sin sacrificio por la creación de escuelas y obras para el bienestar de la población toda, pero una y otra vez, sus buenas intenciones chocaban contra los mezquinos intereses de los poderosos.

“mi ánimo se abatió, y conocí que nada se haría en favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses particulares posponían el del común.”[9]

Es parte conocida la gran lucha mantenida por Belgrano, contra los monopolistas, sobre todo aquella que hace referencia en su autobiografía y que da cuenta del enfrentamiento sobre si el cuero, que era el principal producto comercial de la época era un fruto, teniendo en cuenta que llegaban de la tierra o no. Al final se decidió que no se trataba de un fruto; lo que garantizó el mercado de negros de manera libre.

En dos oportunidades, Belgrano y Castelli inspiraron al conciliario Francisco de Escalada[v] a protestar con sendos documentos que contenían la voz de los desposeídos, denunciando al monopolio. El mismo contiene los fundamentos de la libertad de comercio, que con el tiempo, Mariano Moreno convirtió en su informe La Representación de los Hacendados[vi]Pero, al igual que en sus anteriores intentos, Manuel Belgrano volvía a desilusionarse ante los oídos sordos de los poderosos.

Sin embargo estos documentos resonaron en una España que vislumbraba su decadencia de manera irremediable, y que trataba de todas las maneras conocidas y por conocerse, seguir explotando el comercio en el Río de la Plata a través de los monopolios y del tráfico de negros.

A pesar de este contexto desalentador, Belgrano ordenó la construcción de la obra del muelle de Buenos Aires sostenido con el trazado de un plan para abastecer el interior del virreinato. Esto mejoró considerablemente las miserables condiciones del territorio, a partir de esta obra se abrieron rutas a Tucumán, Jujuy, Salta y Catamarca entre otras.

En plena función pública, Belgrano se apegó a los agrónomos y contribuyó a las experimentaciones de Dn. Martín Altolaguirre con el lino y el cáñamo y, pensando en el desarrollo de una fuerte industria textil en estas tierras, gestionó ante el Consulado, un decreto que lo abasteciera con quinientos pesos fuertes para el desarrollo de sus experimentos. Esto, podría decirse, fue uno de los primeros emprendimientos particulares subvencionados por el gobierno.
Allegado a los conocimientos en geografía, matemáticas, náutica, geometría y agricultura propone la creación de establecimientos educativos específicos; además de plantear una educación integral para las mujeres, bajo estos conceptos, propios de una moral intachable:

“Igualmente se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñará la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente inspirarles amor al trabajo, para separarlas de la ociosidad, tan perjudicial, o más en las mujeres que en los hombres”[10]

Cabe destacar que en aquel tiempo solo funcionaba una escuela para niños y niñas sostenida por la corona llamada “Del Rey”. Belgrano sugiere que se abran escuelas en los diferentes barrios y villas de Buenos Aires.

Belgrano luchó sin descanso contra los poderosos dueños del comercio y el monopolio.

Para cerrar este trabajo y dar paso al siguiente destinado a la faz militar de uno de los hombres más importantes de nuestra historia, me quedo con estas sentidas palabras.

       “(…) desde 1794 hasta 1806, pase mi tiempo en igual destino, haciendo esfuerzos impotentes en favor del bien público; pues todos, o escollaban en Buenos Aires o en la Corte, o entre los mismos comerciantes, individuos que componían este cuerpo, para quienes no había más razón, ni más justicia, ni más utilidad, ni más necesidad que su interés mercantil; cualquiera cosa que chocara con él, encontraba un veto, sin que hubiera recursos para atajarlo”[11].




[1]El joven Manuel Belgrano tiene acceso a libros de Bayle, Montesquieu, Rousseau, Voltaire entre otros escritores censurados por las ideas liberales y progresistas que postulaban. El permiso lo firma el mismo Rey y del Papa Pío VI. Su permiso estaba cedido de “la forma más amplia para que pudiese leer todo tipo de libro condenado aunque fuesen heréticos a excepción de los de astrologías y obras obscenas”  “(…) ávido de conocimientos, devorado por el anhelo de penetrar en los misterios del pensamiento humano y de ensanchar al mismo tiempo el círculo de sus ideas”  de Mitre Pag.64.
[2] María A. Livacic Rojas – Manuel Belgrano Autobiografía y Memorias Pág. 20
[3] Bartolomé Mitre - Historia de Manuel Belgrano Pág. 61.-
[4] María A. Livacic Rojas – Manuel Belgrano Autobiografía y Memorias Pág. 20
[5] María A. Livacic Rojas – Manuel Belgrano Autobiografía y Memorias Pág. 22
[6] María A. Livacic Rojas – Manuel Belgrano Autobiografía y Memorias Pág. 20
[7] Bartolomé Mitre - Historia de Manuel Belgrano Pág. 63.-
[8] www. Lagaceta.com.ar
[9] María A. Livacic Rojas – Manuel Belgrano Autobiografía y Memorias Pág. 22
[10] Bartolomé Mitre - Historia de Manuel Belgrano Pág. 99.-
[11] María A. Livacic Rojas – Manuel Belgrano Autobiografía y Memorias Pág. 22

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